Generalmente, tanto
las mamás como los papás se decantan siempre por un sexo u otro. Sus razones
son múltiples y, aunque el objetivo es que el bebé nazca totalmente sano y que
la madre goce de un parto sin complicaciones, que sea de un sexo determinado es
una ilusión que tienen los padres.
Así, en la mayoría
de ocasiones, las mamás suelen preferir que el bebé sea una niña. Primero,
porque algunos dicen que son más ricas y graciosas a la hora de vestir y
hacerles peinados (no hay más que ver la amplia oferta en moda y complementos disponible
para niña en cualquier establecimiento, a diferencia de las limitadas opciones
que se ofrecen para niño, pero eso quizá sea objeto de otro de nuestros post en
un futuro) o también para poder cederles las muñecas y juguetes con los que
ellas disfrutaron durante su infancia.
Ellos en cambio
suelen preferir que el futuro bebé sea un niño. Supongo que se trata de una
simple cuestión de ego ante la posibilidad de perpetuar y mantener para la
posteridad el apellido familiar. También puede deberse a la mayor probabilidad
de compartir gustos o aficiones en caso de que el bebé sea un varón, como a la
hora de poder llevárselo o jugar al fútbol, el gusto por los coches, la afición
por las mujeres o, simplemente, por tradición, ya que antiguamente era el varón
(a ser posible también primogénito) el que se hacía cargo de la hacienda y de
todos los bienes de su progenitor. A las niñas sólo les quedaba de este modo,
conseguir un buen casamiento o, en su defecto y en caso de quedar solteras,
tomar los hábitos o permanecer al cuidado de sus progenitores para cuando estos
fueran ancianos. En materia sexual, y ya llegada la adolescencia, muchos padres
también consideran de forma errónea que un varón está más protegido a la hora
de hacer frente a posibles embarazos no deseados, ignorando de este modo el
hecho de que se trata de una responsabilidad compartida entre hombre y mujer. También
hay quien piensa que los niños cuando son mayores son más conflictivos que las
niñas.
Curiosamente, según
datos del Instituto Nacional de Estadística relativos a 2011, el año pasado se
produjeron un total de 469.892 nacimientos en nuestro
país. De ellos, 242.252 fueron varones y 227.641 hembras. Un año antes, en
2010, la cifra de nacimientos en España fue de 486.575, de los cuales 250.727 fueron niños y 235.848 niñas. En base a
estas cifras, al margen de confirmarse un descenso en el número de nacimientos,
se demuestra que estadísticamente ellos alcanzan la superioridad numérica, a
diferencia de lo que cree una inmensa mayoría de la población.
Más allá de datos,
cifras y creencias populares, lo cierto es que tanto niño como niña presentarán los mismos problemas: Un hijo/a; un
problema, dos hijos/as; dos problemas; tres hijos/as; tres problemas… y así
sucesivamente.
Pero al margen de los quebraderos de cabeza que puedan ocasionar, nada
hay más maravilloso que embarcarse en la aventura de la maternidad.
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